La ira es muy peligrosa, hace actuar a la gente estúpidamente.
David Cronenberg recrea el tema familiar por medio de la mafia rusa, así parece ser; y vuelve a recurrir a su dualidad del individuo personificada en Viggo Mortensen quien por un lado sólo es un chofer, Nikolai. Va a la derecha, a la izquierda, al frente; eso es todo. Su capitán dentro de la organización es Kirill, hijo del capo, al cual se le imputa de ser borracho gay.
Kirill, sobre Nikolai "He is no driver, he is the undertaker."
En una sociedad donde si no tienes tatuajes no existes ya que cuentan tu historia, hay una jerarquía de estrellas; una de ellas dibujada en la rodilla para simbolizar que nunca se arrodilló ante nadie. Sin embargo cualquier aparato criminal llega a su fin de la manera menos esperada, en ese negocio a veces el peligro más grande viene de las cosas más estúpidas; esta debacle sucede en época de Navidad, en unos pocos día a causa de un neonato (de buenos efectos especiales, característico del rollo biológico del cineasta) hijo de una prostituta ya muerta, menor de edad, a kilómetros de su pobre familia y sometida a continuas dosis de heroína.
Muy buenas tomas de Cronenberg, la belleza de Naomi Watts y una gran actuación de Viggo, quien mejoró su ruso para la película, lo hacen un film prometedor. Algo peculiar de esta mafia es que nadie usa celular, como la old school; inclusive se comunican mediante los muertos, que mejor sería que se llevaran sus secretos a la tumba y no estén fastidiando a los vivos.